Lo que debe permanecer y lo que no

Lo que debe permanecer y lo que no

30/05/2023

Candiard vive en Egipto, desde donde contempla nuestras diversas crisis, también las que afectan a la Iglesia
Siempre es interesante escuchar voces que iluminan el momento de encrucijada en que nos encontramos. Una de ellas es la de un joven dominico francés, Adrien Candiard, autor de libros como “La Libertad cristiana” y “Unas palabras antes del Apocalipsis” que son un raro fenómeno editorial en Europa. Candiard vive en Egipto, desde donde contempla nuestras diversas crisis, también las que afectan a la Iglesia. Podríamos decir que fue “cocinero antes que fraile”, de hecho, anduvo metido en política antes de ingresar en la Orden de Predicadores, y por eso mira todo sin los corsés típicos de algunos eclesiásticos.En un diálogo con el periódico italiano Il Foglio, advierte contra la vana ilusión de salvar nuestras viejas instituciones eclesiales con “mano de obra” procedente de las jóvenes iglesias de África y Asia. Esas iglesias tienen otra tarea que realizar, también en el plano misionero. Candiard, que tiene 41 años, observa con crudeza que el panorama de la institución eclesial en nuestra vieja Europa va a cambiar profundamente en los próximos decenios, y la pregunta esencial que tenemos que hacernos es qué cosas esenciales merecen seguir en pie y cuáles debemos dejar morir sin demasiadas nostalgias. Empeñar nuestras fuerzas en mantener todo como está, no tiene sentido.Por el contrario, para salvaguardar lo que no se debe perder, debemos elegir. Con esto no nos brinda una receta, más bien, invita a un cambio de perspectiva que me hace pensar en algo que ya predijo un joven teólogo llamado Joseph Ratzinger en 1970: que la Iglesia habría de perder muchas cosas, que se haría pequeña, que ya no podría llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable… que tendría que empezar todo desde el principio. En su último libro, Candiard propone “mirar la noche como se presenta, teniendo amor a la realidad” … porque es en la realidad, no en nuestra imaginación, donde actúa el Señor, por caminos que no podemos prever.