«El hecho es que, descartado un gobierno formado por la lista más votada, Sánchez está dispuesto a pagar un alto precio para reeditar la mayoría Frankenstein»
Pasadas las emociones de la noche electoral, lo que queda es un panorama de expectativas y cábalas para afrontar los retos planteados por un escrutinio que rompió todos los pronósticos. Los números son lo que son: ni Feijóo, con su amarga victoria, ni Sánchez, con su dulce derrota, pueden formar gobierno con quienes serían sus aliados «naturales». Pero como Sánchez está dispuesto a hacer lo necesario para seguir en La Moncloa, su único camino será un pacto con el prófugo Carles Puigdemont, para unir sus necesarios siete escaños a lo que llama engañosamente una «unión del progreso», y dejar así la victoria del Partido Popular en agua de borrajas. Las posibilidades de Núñez Feijóo de formar gobierno son prácticamente nulas, aunque deba someterse a la sesión de investidura. Al bloque del centro-derecha le queda por analizar lo que realmente ha contribuido, en solo dos semanas, a cambiar los pronósticos de los sondeos que, hasta ahora, habían alcanzado una notable solvencia. Quizás ha faltado visualizar mejor una propuesta de regeneración, y no solo la denuncia del “sanchismo”, al que una parte sustancial de la sociedad ha normalizado con esta votación. Por otra parte, la transferencia de votos nacionalistas al PSOE, tanto en el País Vasco como, sobre todo, en Cataluña, ha propiciado un notable resultado de los socialistas. El hecho es que, descartado un gobierno formado por la lista más votada, Sánchez está dispuesto a pagar un alto precio para reeditar la mayoría Frankenstein. Pero las contradicciones de esa mayoría serán aún mayores que en la pasada legislatura, y los peligros para el pacto constitucional aún más acuciantes.
