Las editoriales publican cómics que no se pueden (ni se deben) llevar a la playa

Las editoriales publican cómics que no se pueden (ni se deben) llevar a la playa

05/08/2023

Sergio Andreu
Sergio Andreu Hay libros que no deberían salir de casa y mucho menos llevarse a la playa, pero no por una cuestión de género o temporada, sino por una simple razón de tamaño y peso, como ocurre con «Los buenos veranos» de Lafebre y Zidrou o «Dispararon al pianista» de Javier Mariscal y Fernando Trueba, dos monumentales volúmenes que se disfrutarán mucho más leyéndolos en el sofá.La edición integral que Norma Editorial acaba de publicar de «Los buenos veranos» es casi un «art book» (un libro de 32×26 centímetros y más de dos kilos de peso) sobre las vivencias estivales de los Faldérault, una familia belga a los que el historietista Jordi Lafebre (Barcelona, 1979) y el guionista afincado en España Zidrou (Anderlecht, 1962) «siguen» durante dos décadas en sus vacaciones, más o menos idílicas, por diferentes paisajes franceses y belgas.Humor blanco, reconfortante, entrañable, y sobre todo con una gran carga de nostalgia hacia un pasado no muy lejano, poblado de personajes nada resabiados por el posterior cinismo tan siglo XXI, una imaginería «vieja escuela» resumida en «Don Bermellón», mote del Renault 4L (el cuatro latas) de color rojo con el que la troupe familiar se mueve en todos sus viajes por el «hexágono».La línea clara de Lafebre retrata a esa Europa desaparecida (si es que alguna vez existió) y a los Faldérault casi de la misma manera que Norman Rockwell retrató el costumbrismo «made in USA» que modeló la imagen que ese país exportó durante los años 40 y 50, sociedades bonachonas, de postal, paisajes bucólicos, paradisíacos y cocinas con olor a queso, mermelada y pan recién horneado.Este integral recoge los seis volúmenes de Lafebre y Zidrou dedicados a los prolíficos Faldérault -matrimonio y sus cuatro hijos- con un padre dibujante de cómics que siempre retrasa con sus entregas de última hora la marcha vacacional de la familia, para desespero de su mujer, que le amenaza con irse ella sola con los niños.Más descomunal resulta aún «Dispararon al pianista» (Salamandra Graphics) la adaptación gráfica de la película de animación de Javier Mariscal y Fernando Trueba (que se estrenará en octubre), y que se ha convertido en un «monstruo» en papel: casi tres kilos y medio de peso y 36 por 29 centímetros de tamaño para sus 256 páginas, proporciones que por manejabilidad aconsejan leerse con un atril de mesa.La obra de Trueba y Mariscal -pareja que ya colaboró en la premiada película «Chico y Rita»- reivindica la desconocida figura del pianista brasileño Tenório Júnior, cuya trayectoria dentro del entorno musical de la samba jazz se cortó de cuajo cuando apenas tenía 35 años, en uno de esos extraños episodios nocturnos tan comunes en la Latinoamérica de los años setenta.Tenório Cerqueira, que formó parte de la formación jazzística Os Cobras, desapareció sin dejar ni rastro la madrugada del 18 de marzo de 1976, tras un concierto junto a Vinícius de Moraes y Toquinho en el Gran Rex de Buenos Aires: salió a comprar comida y medicamentos y nunca regresó al hotel en el que se alojaba.Un relato documental de enormes viñetas por el que además de los familiares y amigos del músico desfilan nombres de la cultura como Caetano Veloso, los citados Vinícius de Moraes y Toquinho, o también Gilberto Gil, Chico Buarque o Milton Nascimento, entre otros.La Cúpula por su parte, acaba de publicar la que denomina la «edición definitiva» de «Taxista», de Martí (Barcelona, 1956), cómic esencial del underground español de los años ochenta que vio la luz por entregas en las páginas de mítica revista «El Víbora».Sin llegar a la monumentalidad de los otros títulos, en cuanto a dimensiones al menos se refiere, la relectura de las vicisitudes del reaccionario y contradictorio Taxista (su nombre verdadero además de su profesión) en su particular y maniquea lucha contra el hampa y el lumpen descarriado, permite comprobar que la visión estridentemente paródica que Martí ideó, en blanco y negro, de una sociedad clasista y sin escrúpulos continúa estando de plena actualidad.Tampoco se podría calificar precisamente de libro de bolsillo a «Elia» (Reservoir Books), primera novela gráfica de «ficción pura» del extremeño Fermín Solis (Madroñera, 1972), historia de una joven que mantiene una relación sentimental con una mujer casada, que ella misma sabe, en su interior, sin futuro, pero en la que se encuentra atrapada como en una pegajosa telaraña.Solís, finalista del Premio Nacional de Cómic por «Buñuel en el laberinto de las tortugas» (2008), utiliza trazos sencillos para mostrar la evolución personal de la Elia del título, que decide alejarse de esa relación semitóxica, y dejar su Córdoba natal, para encontrar su camino en un paisaje tan distinto al suyo como Galicia.Con más de 100.000 ejemplares vendidos, «La bomba», de Alcante, Bollée y Rodier ha recuperado vuelo estas semanas gracias al fenómeno del estreno del Oppenheimer de Christopher Nolan, sobre el creador del artefacto que cambió el destino de la historia, muy a su pesar.Norma Editorial reedita este título esencial del cómic reciente, una superproducción que sirve de manual histórico -también para no habituales de las viñetas- para acercarse a un periodo clave de la Humanidad -con mayúsculas- cuando el hombre fue consciente de su capacidad para destruir de forma masiva y del poder militar y político que la bomba atómica otorgaba, sin muchos remilgos sobre la grieta moral que aquel gigantesco hongo nuclear iba a crear.