Los voluntarios de la Ucam acompañan a los ancianos a ver a la Virgen y el Belén
«Ole, qué bien sabemos cantar». Es la frase de satisfacción de una abuelita del Asilo después de entonar un villancico en una jornada muy especial fuera del recinto en el que viven y en el que se han vivido años complicados para evitar el coronavirus. Las Hermanitas de los pobres consiguieron salir indemnes en el periodo más duro de la pandemia. Salen poco del centro y disfrutar de la Navidad y de la juventud de sus acompañantes hace de la salida un gran momento. No es casual. Los estudiantes de la UCAM les visitan regularmente, pero en estas fechas no iban a quedarse sin ver el Belén municipal o pasar a saludar a la Patrona en la Basílica de la Caridad.La mezcla entre mayores y jóvenes es un intercambio saludable. Los voluntarios ganan experiencia, los mayores rejuvenecen y sienten la compañía que suple en algunos casos la falta de familiares. En este evento disfrutaron todos y uno de los estudiantes reconocía que «voy a dormir mejor, porque he ayudado a alguien». Ese el valor del voluntariado.Todos ganan. Pero la ayuda va más allá de su vínculo con los mayores.Más actividadesRecogen alimentos para las ONGS, juguetes para los más pequeños, y participan en marchas solidarias. El voluntariado dura casi como el curso, porque siempre hay una buena causa en la que echar una mano y los chavales responden más allá de exámenes y obligaciones. Además, van a ampliar la experiencia y recoger alimentos en los supermercados más habitualmente, porque reconocen que las personas con necesidad no comen solo en las fechas navideñas y la situación económica precisa de más movimiento para intentar paliar las carencias que a menudo se vive en comedores sociales y entidades sociales que se ocupan de trabajar en favor de las personas en riesgo de exclusión social.
